
El cannabidiol, un compuesto derivado del cannabis y sin sus efectos psiquiátricos, está siendo utilizado en diferentes estudios para ver su posible efecto antiepiléptico. Los resultados comunicados hasta el momento muestran que es un fármaco que puede ayudar a pacientes con epilepsias graves. Recientemente se ha publicado un análisis de la eficacia y efectos secundarios en una serie de pacientes con esclerosis tuberosa (Hess et al, Epilepsia, 2016). La esclerosis tuberosa es una enfermedad neurocutánea genética con herencia autosómica dominante y expresión variable en la que más del 90% de los pacientes sufren epilepsia, con frecuencia resistente a los fármacos. En estos pacientes se han probado y han resultado útiles tratamientos como vigabtrina, everolimus, clobazam y la dieta cetogénica.
En los 18 pacientes incluídos en el estudio de Hess y colaboradores, el tratamiento con cannabidiol produjo una reducción media en las crisis del 48% y aproximadamente en un 50% las crisis se redujeron a la mitad o más. Esta respuesta se mantuvo durante el seguimiento de 12 meses. La respuesta fue mejor (58.3% respondedores) en los pacientes que tomaban clobazam versus los que no lo tomaban (33%). El 66.7 de los pacientes mostraron algún efecto secundario, siendo los más frecuentes la somnolencia, el desequilibrio 0y la diarrea. Estos hallazgos muestran que el cannabidiol puede ser una opción terapéutica (aunque no milagrosa) para pacientes con esclerosis tuberosa y crisis rebeldes que no hayan respondido a otros fármacos.