Ciertas dietas se han utilizado desde hace años para el tratamiento de las epilepsias que no responden adecuadamente a fármacos.
Estas dietas consisten fundamentalmente en restringir los hidratos de carbono, aumentando las grasas y manteniendo un aporte correcto de proteínas. El cuerpo, que normalmente utiliza los hidratos de carbono como “combustible”, tiene que recurrir a las grasas y se producen unas sustancias llamadas cuerpos cetónicos, que tienen un efecto beneficioso sobre las crisis en algunos pacientes.
Además de por los cuerpos cetónicos, es posible que la dieta mejore la epilepsia por otros mecanismos que no son bien conocidos todavía.
Existen varios tipos de dietas pobres en hidratos de carbono que pueden ser útiles en epilepsia:
- La dieta cetogénica tradicional, que se suele hacer en niños con epilepsias graves. Tradicionalmente se iniciaba esta dieta en el hospital, y el paciente estaba ingresado hasta que se comenzaran a producir los cuerpos cetónicos. Actualmente, en algunos centros no se ingresa al paciente y la cetosis se consigue en casa de forma más progresiva.
La dieta cetogénica puede conseguir una mejora importante de las crisis hasta en un 50% de los pacientes, y una minoría (alrededor de un 10%) pueden quedarse sin crisis. La dieta suele mantener su eficacia en el tiempo. Está especialmente indicada en algunas formas de epilepsia infantil como la debida a un déficit de transportador de glucosa, pero puede probarse en otros síndromes de difícil tratamiento como el síndrome de Dravet, los espasmos infantiles o el síndrome de Lennox-Gastaut. Ultimamente se ha utilizado con éxito en algunos casos de estatus epilepticus que no respondían a otros tratamientos.
- Otras dietas en las que varía el aporte de grasa (triglicéridos de cadena media) o se restringen menos los hidratos de carbono (dieta de Atkins modificada). Son dietas más fáciles de realizar, menos monótonas y pueden indicarse en adolescentes y adultos. Con la dieta de Atkins modificada se han hecho numerosos estudios que han mostrado resultados similares a la dieta cetogénica clásica.
Este tipo de dietas pueden tener efectos secundarios; la mayoría de ellos, sin embargo, son tratables. Pueden asociarse a aumento del colesterol, déficit de minerales, acidosis, estreñimiento y pérdida de peso. A largo plazo pueden producirse cálculos renales y fracturas óseas. Es mejor prevenir estos efectos secundarios antes de que se produzcan, utilizando los suplementos adecuados y cambiando la composición de grasas de la dieta si es necesario.
Por este motivo es muy importante que el neurólogo, el endocrinólogo, el dietista y la familia trabajen juntos y se valoren siempre los beneficios de la dieta en cada paciente versus los efectos secundarios.