Todos estamos sometidos a estrés en nuestra acelerada vida diaria. Se sabe que el estrés influye negativamente en muchos aspectos de la salud, sobre todo en las enfermedades cardiovasculares. En la consulta muchos pacientes nos cuentan aparición o aumento de la frecuencia de crisis epilépticas en relación con estrés (profesional, personal) y los epileptólogos creemos firmemente que este es un factor de riesgo en la enfermedad. Sin embargo resulta difícil diseñar estudios para probar esta relación.
Recientemente se ha publicado un estudio (Baldin et al, Epilepsia, 2017) que trata de aclarar este tema. Los autores seleccionaron un grupo de pacientes que vivían en Manhattan entre los años 2010 y 2013 y que tuvieron una primera crisis no provocada o epilepsia de diagnóstico reciente. Se recogieron sus características clínicas e información sobre otros problemas médicos incluyendo obesidad e hipertensión. Analizaron las situaciones estresantes a las que se enfrentaron los pacientes, como acontecimientos adversos ambientales, circunstancias difíciles en la vida (prisión, divorcio, fallecimiento de una persona cercana), adaptación al estrés, soporte social y trastornos psiquiátricos. Y siguieron a los pacientes durante dos años.
El estrés y su influencia enLa recurrencia de crisis se asoció al diagnóstico de trastorno de ansiedad generado, alteraciones del estado de ánimo a lo largo de la vida y baja eficacia colectiva (en cuanto a características del vecindario y cohesión social), todos ellos marcadores de estrés. Por eso los autores señalan que las intervenciones para reducir el estrés (por ejemplo el mindfulness) podrían ser potencialmente beneficiosas, poco costosas y seguras para utilizarse como tratamiento complementario de la epilepsia.