Recientemente se ha aprobado en Europa la estimulación del nervio trigémino para tratar la epilepsia que no responde a fármacos.
Con esta técnica, igual que con otros métodos de neuroestimulación, se pretende modular a la baja la actividad eléctrica cerebral, que en pacientes con epilepsia es excesiva.
El nervio trigémino lleva información hacia estructuras muy importantes del cerebro, incluyendo el núcleo del tracto solitario, el nucleus coeruleus, el nervio vago y la corteza cerebral. Se sabe que estas zonas tienen un papel muy importante en la iniciación e inhibición de crisis. El nervio trigémino también manda señales específicamente a la corteza cingulada anterior, que interviene en el estado de ánimo, atención y toma de decisiones.
En el año 2000 se vio que la estimulación del nervio trigémino por debajo de la órbita era capaz de disminuir la frecuencia y la gravedad de las crisis en un modelo animal de epilepsia. Después de estos resultados positivos, se empezó a probar en humanos.
¿En qué consiste la estimulación? Se colocan unos electrodos adhesivos sobre la frente, justo encima de las cejas. Estos electrodos se conectan con cables a una pequeña caja que contiene el estimulador. Cuando se pone en marcha (con unos botones muy sencillos de manejar), los electrodos mandan al nervio trigémino pequeños estímulos eléctricos con regularidad (30 segundos de estimulación, 30 segundos de descanso).
El paciente notará una sensación sobre la frente y podrá aumentar la intensidad de la corriente hasta que le resulte molesta. Se sabe que hay que realizar la estimulación durante varias horas al día, y muchos pacientes llevan puesto el estimulador mientras duermen.
Recientemente se han publicado en Neurology, una revista científica con mucho prestigio, los resultados de un estudio en el que se incluyeron pacientes con epilepsia resistente que, de forma aleatoria, recibieron estimulación a alta o a baja frecuencia, durante 16 semanas. La estimulación a alta frecuencia se asoció a una disminución en la frecuencia de crisis que fue progresiva (hasta un 40% a las 18 semanas de tratamiento). Los pacientes mejoraron también su puntuación en las escalas de depresión. Los efectos secundarios fueron ansiedad, dolor de cabeza e irritación de la piel.
La ventaja sobre otras formas de neuroestimulación como la estimulación del nervio vago o la estimulación cerebral profunda es que no es invasiva (no requiere una operación para iniciarse), y es reversible. No parece tener efectos secundarios serios y el coste es relativamente bajo, factor este muy importante en tiempos de crisis.
Pronto dispondremos de más datos sobre esta nueva terapia que promete ayudar a algunos pacientes con epilepsia resistente a fármacos.
Los pacientes que lo deseen y que sean buenos candidatos a juicio de su epileptólogo podrán disponer de esta terapia, aunque por ahora no la cubre el sistema público de salud.