Se cree que hasta un 20% del total de diagnósticos de epilepsia son incorrectos. Se confunden con crisis epilépticas fenómenos que no son epilepsia y al contrario, hay crisis epilépticas que no se diagnostican como tales. En ambos casos el paciente puede resultar perjudicado.
Hay muchas enfermedades en las que las pruebas confirman con seguridad el diagnóstico. Por ejemplo la diabetes, midiendo la glucosa sanguínea en ayunas. La evolución también se puede objetivar con un análisis: los niveles de hemoglobina glicosilada nos dirán si el paciente se controla bien o no. Eso no ocurre en epilepsia, no hay una prueba que nos diga con exactitud cuántas crisis está teniendo el paciente en casa. Hay sensaciones que se interpretan erróneamente como crisis y hay crisis que pueden pasar desapercibidas, por ejemplo las que ocurren durante el sueño o cuando el paciente está solo.
En epilepsia el diagnóstico sigue haciéndose fundamentalmente con una buena historia clínica. El neurólogo tiene que preguntar todos los detalles relacionados con la “crisis” y en la consulta (o al menos al teléfono) tiene que haber un testigo de lo que ocurrió (muchas veces el paciente no puede contar nada porque se quedó inconsciente). Circunstancias como los factores que pueden haber provocado las crisis, las sensaciones previas, los movimientos exactos, la duración, posible mordedura de lengua, incontinencia urinaria y confusión posterior son fundamentales para establecer un buen diagnóstico.
Unas buenas pruebas diagnósticas ayudan por supuesto a confirmar lo que se ha sospechado en la consulta. Hay que realizar en la mayoría de los casos una resonancia magnética y un electroencefalograma. El electroencefalograma que es más útil es aquel en el que se registra sueño, ya que aumentan las posibilidades de encontrar descargas epilépticas si es que las hay. Pero el electroencefalograma, si es realizado por personas poco expertas, puede confundir en vez de ayudar. Con frecuencia se interpretan como “descargas epilépticas” lo que son simplemente variantes de la normalidad y se acaba considerando epiléptico a alguien que no lo es.
En la consulta, los mayores “imitadores” de la epilepsia son los síncopes (pérdidas de conocimiento debidas a bajadas de tensión o a problemas del corazón) y las crisis psicógenas.
Sigo viendo en la consulta pacientes con una historia bastante clara de crisis epiléptica que en urgencias se diagnostican de síncope. Es importante distinguir entre estos dos fenómenos tan distintos y con tan tratamientos tan diferentes.
Otros fenómenos que se confunden con frecuencia con crisis epilépticas son las crisis psicógenas, que consisten en movimientos, aparente pérdida de conocimiento o sensaciones anómalas que no tienen una causa neurológica y que se producen como consecuencia de una disfunción psicológica. Las crisis psicógenas suelen ser menos estereotipadas que las crisis epilépticas y tener mayor duración.