Cuando se diagnostica una epilepsia, una de las cuestiones que más preocupa a los pacientes y a sus familias es si los tratamientos van a afectar al rendimiento cognitivo (intelectual). Al fin y al cabo se trata de sustancias que actúan sobre el sistema nervioso, para disminuir el grado de excitación de las redes neuronales anormales, y muchas pueden ser sedantes. La epilepsia, además, se presenta con frecuencia en niños (que tienen que aprender) o en personas mayores que ya sufren muchas veces problemas de memoria, y no queremos que estos empeoren.
Pues bien, se ha avanzado mucho en ese sentido. Antiguamente, las opciones eran pocas y no demasiado seguras. Por ejemplo se utilizaba mucho el fenobarbital, que es un medicamento que hoy preferimos no usar excepto en epilepsias graves, ya que se han demostrado sus efectos negativos sobre el rendimiento intelectual.

La mayor parte de los nuevos fármacos antiepilépticos tienen un perfil más seguro en cuanto a efectos sobre la atención, concentración y ejecución de tareas. Sin embargo hay algunos que pueden asociarse a problemas específicos, sobre todo en la esfera del lenguaje. Se trata del topiramato (Topamax ®) y la zonisamida (Zonegran®).
Recientemente un grupo importante de Neuropsicología en epilepsia1, en la Universidad de Boon (Alemania), ha publicado un estudio retrospectivo en el que analizan un grupo de pacientes en los que se introdujo o retiró topiramato o zonisamida respectivamente. A estos pacientes, antes y después de introducir o retirar el medicamento, se les hicieron tests de función ejecutiva y de memoria verbal y se les pasaron escalas para ver cómo era su calidad de vida y su percepción subjetiva de salud.
Pues bien, tanto el topiramato como la zonisamida afectaron negativamente a la función ejecutiva cuando se introdujeron. La función ejecutiva es la que permite establecer metas, hacer planes y ponerlos en marcha, regular e iniciar nuestras actividades para llegar a un fin determinado. A su vez, la función ejecutiva mejoró en aquellos pacientes a los que se les retiró estos medicamentos. El efecto negativo de la zonisamida pareció más pequeño que el del topiramato. No se afectaron la memoria verbal ni tampoco la calidad de vida. La zonisamida ayudó a aquellos pacientes que tenían dolores de cabeza, mientras que los pacientes que tomaron topiramato se quejaron más de pérdida de peso, lenguaje menos fluido, peor comprensión y equilibrio.
A nivel individual hubo muchos pacientes que no notaron estos efectos secundarios, por lo que se piensa que hay factores individuales (genéticos?) que intervienen en la aparición de los mismos. En cualquier caso, conviene advertir a los pacientes de que estos efectos pueden aparecer, y hacerles los tests neuropsicológicos de vez en cuando para identificarlos precozmente y cambiar los fármacos si es necesario.
1Meschede C, Witt JA, Brömling S, et al. Changes in cognition after introduction or withdrawal of zonisamide versus topiramate in epilepsy patients: A retrospective study using Bayes statistics [published online ahead of print, 2020 Jun 18]. Epilepsia. 2020;10.1111