Acabo de regresar de la reunión anual de la Sociedad Americana de Epilepsia que se ha celebrado en Filadelfia. Cada año un epileptólogo conocido a nivel mundial da una conferencia magistral (la conferencia Judith Hoyer) sobre un tema que a él o ella le parezca relevante. Este año ha sido la doctora Jacqueline French, de Nueva York, la ponente. Y ha hablado sobre el retraso, muchas veces inaceptable, en el diagnóstico de epilepsia.
Lo cierto es que hay personas que durante años tienen crisis sin que nadie las reconozca como tales. Hay varias razones: por una parte está la falta de conocimiento general sobre la epilepsia. Las únicas crisis que conoce la mayoría de la gente son las convulsiones o crisis generalizadas tónico-clónicas. Pero como ya he contado muchas veces en este blog, los síntomas durante una crisis epiléptica pueden ser muy variados: una sensación que sube desde el estómago, hormigueos de corta duración, miedo repentino, sensación de estar en un sueño, quedarse ausente durante un corto periodo de tiempo y luego parecer confuso, movimientos descoordinados, etc. Por eso es frecuente que este tipo de crisis se confundan con otras cosas: reflujo gastroesofágico, ataques de pánico, problemas psiquiátricos, alteraciones del sueño, etc.
Estas sensaciones son a veces tan difíciles de explicar que los pacientes no se atreven a contárselas a sus familiares o al médico. Y muchos médicos sin experiencia específica en epilepsia no preguntan, así que la epilepsia queda sin diagnosticar.
La conclusión de la conferencia fue que es necesario divulgar más los síntomas de la epilepsia y facilitar así que los propios pacientes los reconozcan. También crear herramientas como escalas que ayuden a los médicos a realizar el diagnóstico más temprano. El objetivo es que aquellos pacientes que lo precisen puedan recibir tratamiento pronto, disminuyendo las posibilidades de presentar crisis graves y mejorando la calidad de vida.