A finales de mayo se va a reunir la Asamblea Mundial de la Salud y será una gran oportunidad para ver cómo se hace frente a un reto de salud global: la epilepsia. Es un momento crítico, ya que existía un plan del 2015 de la Organización Mundial de la Salud que exigía a los gobiernos comunicar los avances en el cuidado de esta enfermedad a los 3 años.
Entre los médicos, científicos, asociaciones de pacientes y entidades privadas, existe el temor de que a partir del 2018 se frenen los esfuerzos para luchar contra esta enfermedad.
Desde el punto de vista de salud mundial con frecuencia no se da a la epilepsia la importancia que merece. Globalmente es el trastorno neurológico crónico más importante, afectando a más de 50 millones de personas (más que el virus del SIDA). Además, la carga de la epilepsia cae sobre muchas poblaciones vulnerables, ya que casi el 80% de los pacientes vive en entornos rurales con pocos recursos. Aunque hay muchas medicinas eficaces para tratar esta enfermedad, el 75% de los pacientes en el mundo no pueden acceder a tratamientos adecuados. Como consecuencia, las personas con epilepsia y sus familias con frecuencia se enfrentan al estigma, problemas psicosociales y de salud general.
Esto es especialmente dramático porque se puede tratar la epilepsia fácilmente y con medidas que son coste-efectivas. Las crisis se pueden controlar completamente en dos tercios de los pacientes, y después de varios años de tratamiento sin crisis, se puede reducir o incluso suspender del todo en algunos pacientes (niños y adultos) sin que las crisis recurran. Algunos tratamientos para la epilepsia están incluidos en la lista de medicinas esenciales de la organización mundial de la salud.
Recientemente, un grupo de expertos entre los que están Martin Brodie (Presidente del Bureau Internacional para la epilepsia) y Samuel Wiebe (Presidente de la Liga Internacional contra la epilepsia) han hecho un llamamiento a los miembros de la Organización Mundial de la Salud para continuar luchando a nivel nacional y global a favor de los pacientes con epilepsia.
Según ellos, se sigue necesitando:
- liderazgo a nivel nacional e internacional para conseguir cambios relevantes en la epilepsia.
- Concienciación y conocimiento entre la población general para luchar contra el estigma, favorecer la inclusión social y mejorar la calidad de vida.
- Mejorar la atención médica para que todos los pacientes puedan tener acceso a las medidas más adecuadas para su enfermedad, incluyendo formación a médicos de atención primaria en los lugares donde es complicado el acceso a los especialistas.
Centrándose en esas áreas, se puede continuar trabajando y llevando esperanza a las decenas de millones de personas con epilepsia. Es necesario que este compromiso se mantenga más allá del 2018 y que presenten resultados concretos en futuras asambleas de la Organización Mundial de la Salud como la que se celebrará en el 2021.